A mediados de la década de los cuarenta, las instalaciones de producción de Hästens se habían quedado pequeñas y se comenzó a buscar un nuevo emplazamiento. David Janson, el directivo de la tercera generación de Hästens albergaba grandes ambiciones para las nuevas instalaciones. Tenía que ser algo más que una simple planta de línea de montaje; tenía que tener alma y ser un lugar que despertase los sentidos.
Casi por accidente, David Janson se puso en contacto con el joven Ralph Erskine, un arquitecto británico relativamente desconocido que estaba recorriendo Suecia en bicicleta. Los planteamientos arquitectónicos de ambos encajaron a la perfección y Ralph Erskine recibió el encargo de inmediato. El resultado fue un edificio muy alejado de los espacios públicos convencionales de la época.
Denominado en un principio «Tivoli», el edificio era muy original y, con su tejado con arcos formando una onda, sus elegantes líneas y sus reminiscencias náuticas, se ha convertido en un icono emblemático dentro de los círculos de la arquitectura.
En 1998, Ralph Erskine regresó para ampliar el edificio que había diseñado unos 50 años antes. A su llegada, le dijo a Jan Ryde: «Me siento exactamente igual que cuando hablé con tu abuelo hace 50 años. Los mismos valores y la misma sensación.»